viernes, 19 de febrero de 2016

Una de las muchas tareas olvidadas por los padres: la educación sexual. “…Espero no ser yo, uno de los olvidadizos”.


Para mi primera entrada en el blog, y como bautismo de fuego (traducción del francés “baptême du feu”, en referencia a la primera experiencia de un soldado bajo fuego en la batalla), intentaré abordar un problema que, como padre de dos hijos -padre y médico-, siempre me produce cierta inquietud, y al que me voy a tener que enfrentar y gestionar “más pronto que tarde”.
Visto lo visto, desgraciadamente, muchos padres omiten esta responsabilidad de educar en estos aspectos tan importantes para la vida afectiva y biológica de sus hijos; omisión producida unas veces por vergüenza o desconocimiento, otras por cobardía para enseñar algo tan natural como la alimentación saludable o el ejercicio físico. Los colegios no son los únicos responsables de la educación sexual. Los padres delegan -delegamos- en los colegios, y éstos muchas veces en las familias. En consecuencia, ni unos ni otros asumen este tipo de educación.

Otras veces, los padres inician tímidamente la información sobre el sexo demasiado tarde, cuando sus hijos la han recibido por otros canales, incluso la practican. Los canales de aprendizaje sobre las cuestiones concernientes al sexo, de las que aprenden los niños y adolescentes, generalmente son inadecuadas y tendenciosas. En consecuencia, muchos niños tienen una visión insana, prohibitiva, incluso enfermiza del sexo.

 
Valga como ejemplo: La masturbación. La masturbación es una actividad absolutamente normal en los niños de cualquier edad, muchos lo hacen repetidamente en los primeros y posteriores años de la vida. En mi vida profesional, algún padre me consultó alarmado pensando en que su hijo tiene o tendrá alguna patología por ello, pero, la evidencia dice que, tan normal es masturbarse poco, mucho o nada.

Lo verdaderamente anormal es reprender y acomplejar por esta actividad, que, repito, es fisiológica. Por más enfado o represión que ejerzamos sobre nuestros hijos, continuará masturbándose, pero ahora, con el complejo de estar cometiendo un acto prohibido, complejo que puede repercutir negativamente sobre su autoestima.

Los niños y niñas juegan. Juegan a los médicos, se miran y se tocan. Son juegos sin contenido erótico, juegos de aprendizaje, y lo harán delante o detrás de los padres. No es promiscuidad permitir este tipo de juego. Más adelante comienzan las verdaderas relaciones sexuales de los niños, mucho antes de los que los padres seguimos creyendo. Miradas, diálogos, juegos, bailes, contactos físicos etc. La incapacidad de la mayoría de los padres para detectar y afrontar la educación sexual obliga a los niños y adolescentes a buscar cualquier fuente de información, incluso la pornografía.
Una encuesta anónima -un poco antigua ya, pero que aún guardo-, fue realizada a estudiantes universitarios españoles, puso de manifiesto que las visitas a las páginas de sexo por Internet se inician a los 11 años. Casi uno de cada tres encuestados visitaba esas páginas entre los 11 y 15 años. Más aun los que disponen de un ordenador personal (63%), aunque también desde el ordenador familiar (37%), herramienta de la que dispone en la actualidad la mayoría de los niños y adolescentes españoles (Miguel Labay y cols. Rev Pediatr Aten Primaria 2011; 13:225-32). Es difícil o imposible que los padres puedan controlar Facebook, YouTube, Twitter y otras redes similares. A veces internet facilita compañías inadecuadas. Y no hablemos, de la relación Internet y el mundo de la Pederastia. Internet es la mayor red de pederastas del mundo.
Por eso, tomo para mí algunas recomendaciones. Una de ellas es que ambos padres contemos a nuestros hijos nuestras propias vivencias y experiencias sexuales y afectivas, respondamos a sus primeras dudas, ayudemos en los temores que puedan representar sus primeros amores, en sus miedos e inexperiencia. Quien mejor que un padre o una madre, para hablarles en un lenguaje sencillo y cariñoso del tema. Es una ayuda que todos los niños y niñas demandan, sin que los padres contestemos, creo incluso que, algunos, no nos enteramos de esta necesidad. Espero no ser yo uno de ellos…

La educación sexual no quiero verla ni proponerla como un sermón, tampoco una lección sobre ética o moralidad; es sencillamente recuperar nuestros recuerdos, abrir nuestro corazón, porque la misma sensación de incapacidad, impotencia y fragilidad en lo relativo a los sentimientos y necesidades sexuales que tienen ahora nuestros hijos, es la misma que probablemente tuviéramos nosotros, pasados por el tamiz del cambio socioeconómico que hemos experimentado.

Lo más difícil es encontrar el momento y las palabras adecuadas. Puede iniciarse esta información incluso a través de preguntas de las que no obtengamos respuesta. Por ejemplo, en vez de interrogar si utiliza métodos anticonceptivos de barrera (preservativo), puede transmitirse el mismo mensaje con la frase: ¿Tú sabes que el único método de protección es el uso del preservativo? Lógicamente, sin esperar una respuesta.

2 comentarios:

  1. Asunto bastante espinoso y bastante mal resuelto en todos los niveles educativos. Compruebo que a pesar de la mayor información actual, las nuevas generaciones no han conseguido integrar la sexualidad de forma saludable. Conviven tabúes decimonónicos con banalizaciones irresponsables...Todo un reto la educación sexual. Saludos.

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